jueves, 20 de junio de 2013

SUEÑO, REALIDAD, NO LO SE, QUIZÁ EL TIEMPO ME DIGA LO QUE FUE.



Anoche me acosté con la sensación de que flotaba,
me tumbé en la cama, todo me molestaba, aparte de las sábanas. Para no tener la sensación de que la tela me rozaba, pronto me di cuenta de que mi cuerpo se adormecía: no podía mover los  pies, al momento, ni siquiera las manos, mis dedos no respondían, ni siquiera pude articular palabra.
De repente, sentí que me dormía, pero me resistí, no era eso lo que quería. A los cinco o diez minutos me quedé dormido, sin darme cuenta de que no era Morfeo quien me esperaba, sino un alma amiga que con su mano tendida me ayudó a cruzar el umbral de la irreal realidad.
Tan pronto como traspasé dicho umbral perdí la noción del tiempo; no sé dónde estuve, sólo recuerdo una cara, un cuerpo translúcido, unos ojos azules, cabellos lacios largos y blancos y un cuerpo delgado cubierto por una túnica blanca, o quizá de color hueso.

Sentí que mi alma despegaba a una velocidad de vértigo y aferrado a la mano de ese amigo, llegué a un lugar hermoso, de luz resplandeciente, flores, plantas y manantiales de colores casi irreales —no sabría decir cuáles, pues no conocía su combinación.
Llegué a mi destino y ya no supe nada más. No recuerdo el tiempo que pasó ni qué conversación tuve con ese ser, ni con los demás que allí esperaban. Sólo recuerdo que, a la hora de despertar, otra mano, ésta de alguien diferente, alguien con otro color de piel, ojos acaramelados, tez morena y cabellos oscuros, me devolvía a mi cama, pero antes de soltar mi mano, con voz amorosa me dijo:
—No luches, no intentes recordar. Todo lo que has vivido volverá a ti de la manera más apropiada, volveremos a vernos, hermano. Un largo trabajo nos espera; deja a un lado la impaciencia, que todo llegará a ti de la manera más correcta.

Volví a mi cuerpo. El sonido de la ducha llego hasta mí y pensé:  —en el paraíso también llueve—, pero al agudizar mis sentidos, pude ver que había regresado de la misma manera que había alzado el vuelo: agarrado fuertemente de la mano de un ente amoroso que dejó dentro de mí todo un manantial de gozo.



Vicente Devesa 19/06/2013 Derechos reservados.

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