La tristeza me arrebata el alma,
el destino incierto me tiene consumido.
Los recuerdos de mi niñez
son mi único alivio.
El sonoro palpitar de un corazón
fuerte e impulsivo,
que me dejaba ver la locura
y el sinsentido de una vida
que no
entendía de malos sueños
ni de pérdidas por el camino.
¡Qué bonito!
vivir siempre con el sonoro palpitar
de un corazón de niño.
© Vicente Devesa 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario