Llegó la primavera
y con ella brotaron las flores,
el azahar y las amapolas
tiñeron de color la faz de tu cara.
Entre mirlos y jilgueros cantando
en silencio, te declaré mi amor,
junto a ti pasó un pajarillo cantor
y cerrando tus ojos escuchaste un te amo.
No era el rumor de la brisa,
ni una alondra peregrina,
era mi alma, que surcaba el cielo
como ave, con su incomparable
gracia divina.
El universo conspiró
y te hizo ver en mí
al ser que más has de amar
todo el tiempo en que Dios te dé de vida.
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