Mi voz se torna susurro,
imperceptible, devorada por el olvido,
tu nombre aparece entre gritos
que se esfuman en la penumbra.
Y aquí en mi lecho de muerte
clamo porque la soledad
se desvanezca entre el laberinto
de mis dolencias y, susurrando,
grito tu nombre.
¡Mientras! el viento sopla
sosegando mis susurros,
olvidando mis olvidos.
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