A vosotros amados hijos,
cuando vuestro camino
se vuelva pedregoso
y vuestros pies sangren
cuando el dolor y el desasosiego
os atrapen,
cuando no encontréis salida
y el miedo aturda vuestros sentidos,
recordadme, ¡yo! siempre
tratare de allanar vuestro dolor.
Cuando sintáis que el cielo
se abre y deja caer el universo sobre vosotros,
cuando sintáis ganas de que la tierra
se abra y engulla vuestras ansias,
cuando la inercia se cierna
sobre vosotros
yo seré la auriga que allane
vuestro caminar ante Dios.
Cuando os venga el recuerdo de vuestro padre
a la mente y una lagrima os rebase la mejilla,
recordad mis besos que ¡yo! os devolveré
las risas de antaño cuando
en vuestra juventud
sentíais mi abrazo y la levedad protectora
que solo un padre sabe dar.
y cuando Dios os reclame,
volad sin miedo,
yo os esperare a las puertas del cielo
con los brazos abiertos,
para que no sintáis nunca
soledad ni desasosiego.
con ¡amor! vuestro padre.
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